lunes, 13 de julio de 2015

Cuando tenía 15 años atravesé por uno de los momentos claves en mi vida. Un chabón con el que salía me había estado cagando con toda mina con la que se pudiera encontrar. En ese momento tuve dos opciones:
_ entender que él era un forro que se cagaba en la raza humana.
_ echarme la culpa y sentir que yo no merecía que nadie me amara.
Y elegí la segunda. Como supongo (aunque tal vez no sea cierto) cualquier chica de 15 años hubiese elegido.
Ahí empezó la montaña rusa que llamaremos "como caí en un trastorno alimenticio que de por vida va a controlar mi vida."
Cuando uno se culpa a sí mismo es muy fácil el auto-flagelo. Nos enseñaron a que cuando alguien hace algo mal se lo castiga, entonces por qué no castigarme a mí misma? Yo había echo algo mal, no lo había querido bien, no lo había podido satisfacer. Mi castigo iba a ser doloroso.
Pero cuando se empieza no se sabe que después vas a terminar amando el dolor. Nadie sabe que hermoso puede llegar a ser el sentirse vacío. Cuando empezás a disfrutar de ese viaje es cuando se convierte en peligroso. Al principio dejar de comer cuesta, todo tu cuerpo te pide a gritos que lo alimentes. Pero a las pocas semanas, dejás paulatinamente de escuchar a tu cuerpo. No es que él deje de gritar, sino que vos empezás a amar ese grito. No hay nada más placentero que el sonido de la panza. Que el dolor en las piernas. Que la mirada desvanecida. No hay nada más hermoso en este mundo que ver los números de la balanza bajar, que ver a tus huesos empezar a aparecer, que ver a tu piel aclararse hasta convertirse en ceniza.
Y quizás nadie me comprenda, o sólo las personas que pasaron por esto conmigo lo hagan. ¿Cómo puede ser hermoso el dolor? Capaz las anorexicas sean una especie de Anastacia Steele, pero llevando ese deseo de dolor por otras rutas. Quizás esté desvariando y esto sea producto de noches sin sueño. Pero lo que sí sé es que nadie me va a poder decir lo que es el dolor. Nadie va a pode decirme que soy débil, cuando atravesé cosas que ellos ni siquiera soñaron. Nosotras fuimos lo que ellos no pudieron. Fuimos más-que-humanas, y eso nadie nos lo va a quitar. Y ahora es momento de sanar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario